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Cultura

Una madre en México y la búsqueda de justicia

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El libro “Fear Is Just a Word”, de Azam Ahmed, periodista del Times, cuenta la historia de Miriam Rodríguez, una mujer decidida a vengar la muerte de su hija a manos de un cártel de la droga en Tamaulipas

Según 2666, la obra maestra de Roberto Bolaño publicada póstumamente en 2004, el “secreto del mundo” se ocultaba en Santa Teresa, el alias que le otorgó a Ciudad Juárez. La ciudad en la frontera entre Estados Unidos y México se hizo tristemente célebre por primera vez a finales de los años noventa, cuando una serie de feminicidios asolaron la región. Si Bolaño hubiera leído Fear Is Just a Word: A Missing Daughter, a Violent Cartel, and a Mother’s Quest for Vengeance de Azam Ahmed, seguramente habría incluido a San Fernando, Tamaulipas, como sucursal del infierno.

Valiéndose de cuatro años de investigación meticulosa de archivo y de campo, así como de innumerables entrevistas, trabajos académicos y su propia labor periodística, Ahmed, exjefe del buró en México (y actual corresponsal de investigación) de The New York Times, descorre el velo de la vida cotidiana en una zona devastada por la guerra. Mientras que la gente emplea la frase “guerra contra las drogas” para referirse a un esfuerzo por combatir el tráfico ilegal o, peor aún, como un eufemismo para la violencia ejercida por el Estado, Ahmed se propone demostrar que en México los cárteles se han comportado como ejércitos de ocupación en territorios recién invadidos, gobernando por la fuerza y ​​sometiendo a las comunidades locales a actos de crueldad cada vez más espectaculares. La llamada guerra contra las drogas muestra aquí su verdadera cara como una violencia contra la población civil. El libro de Ahmed es un estudio de cómo una guerra así afecta y destroza todos los aspectos de la vida en comunidad, y de cómo la impunidad con la que operan los cárteles perpetúa un ciclo interminable de ignominia.

Tamaulipas —un estado agrario y bastión del Partido Revolucionario Institucional de México, o PRI— figuraba discretamente en las historias de violencia que rodearon la primera oleada de cárteles de la droga en el norte de México. A partir de la década de 1930, Juan N. Guerra, líder del Cártel del Golfo (interpretado con elegancia por el actor Jesús Ochoa en la serie de Netflix Narcos), logró mantener un firme dominio sobre las actividades de la organización criminal, antes de ceder el control a su sobrino Juan García Ábrego, quien se concentró en el contrabando de cocaína. Después de que García Ábrego fue enviado a prisión en 1996, Osiel Cárdenas, soldado raso del Cártel Golfo, finalmente tomó el mando y reclutó a miembros de las fuerzas armadas mexicanas para formar un pequeño ejército: los Zetas. Luego, la detención de Cárdenas en 2007 y su extradición a Estados Unidos pusieron fin a la alianza entre el grupo del Golfo y los Zetas y se inauguró una sangrienta guerra territorial.

San Fernando apareció por primera vez en la escena internacional en agosto de 2010, cuando el asesinato de 72 inmigrantes centroamericanos en las afueras de la ciudad fue noticia de primera plana. Para entonces, el Cártel de los Zetas luchaba contra el Cártel del Golfo por el territorio y las rutas de contrabando, convirtiendo a la pequeña ciudad de San Fernando en un campo de batalla clave. Obligados a lidiar con niveles de brutalidad sin precedentes, muchos ciudadanos locales quedaron paralizados por el terror, mientras que otros comenzaron a organizar la resistencia. Miriam Rodríguez, la heroína de Ahmed —más que un personaje, es una verdadera fuerza de la naturaleza— es un brillante ejemplo de este esfuerzo.

Después de que su hija Karen, de 21 años, fue secuestrada por el Cártel de los Zetas en 2014, Miriam cayó en una depresión. Más tarde, al aceptar que Karen probablemente había sido asesinada, una sed incontenible de justicia se apoderó de ella. Al igual que las madres de las víctimas de desapariciones forzadas en México y el extranjero, Miriam transformó su dolor en determinación y se convirtió en activista de tiempo completo.

El sistema de justicia mexicano, plagado de ineficiencia y corrupción, históricamente ha obligado a las familias de víctimas de homicidio a invertir su propio tiempo y recursos en perseguir a los criminales, y Miriam no fue la excepción. Al jurar venganza se embarcó en una cruzada metódica para identificar y arrestar a todos los Zetas involucrados en el secuestro de Karen, desde meros vigías o halcones hasta líderes de alto rango en la jerarquía cambiante del cártel. Pasó horas en las labores de investigación menos glamorosas: vigilar a los sospechosos detrás del volante de su automóvil, revisar publicaciones de Facebook, caminar por ranchos abandonados, escudriñar fotografías, granjearse a los familiares de sus objetivos. Estaba dispuesta a perder su vida —y al final lo hizo—, no sin antes poner en prisión a por lo menos cinco integrantes de los Zetas.

El retrato que Ahmed hace de Karen es un conmovedor estudio de contrastes. Karen, la menor de los tres hijos de Rodríguez, creció en la clase media y disfrutaba de una estabilidad económica que sus padres, propietarios de una pequeña tienda de artículos para el hogar, habían trabajado duro para conquistar. Pero se vio atrapada en el sangriento estado de emergencia de San Fernando. Desanimada por la separación de sus padres en 2011, se dedicó a ir de fiesta con desenfado y se hizo amiga de personas peligrosamente cercanas a los Zetas. Miriam descubrió el quién y el cómo del asesinato de Karen, arrojando una luz dolorosa sobre la compleja red de negligencia cívica, pobreza y crueldad que ha llevado a la violencia desenfrenada de San Fernando y, cada vez más, de todo México.

Ahmed remonta el comienzo de esta oleada de brutalidad a la elección del presidente Vicente Fox en 2000, miembro del Partido Acción Nacional (PAN), el partido de derecha que derribó 70 años de dominio político del PRI. Este acontecimiento, escribe Ahmed, dejó un “vacío de poder” que los cárteles aprovecharon de inmediato. Seis años más tarde, el sucesor de Fox, Felipe Calderón, declaró la guerra contra las drogas nueve días después de haber asumido el cargo como el segundo político del PAN en ganar la presidencia. Ahmed describe la guerra de Calderón como “una danza Kabuki de fiscales especiales, investigadores, tropas y promesas”, pero en su relato no hay ninguna discusión sobre la muy controvertida naturaleza de las elecciones que llevaron a Calderón a la presidencia. Muchos han argumentado que la guerra contra las drogas fue simplemente un intento cínico de Calderón por cimentar la legitimidad de su gobierno. La guerra, en todo caso, se intensificó con rapidez y finalmente llegó a definir la vida mexicana.

No es sencillo escribir sobre violencia. Hay obstáculos potenciales en cada giro de frase: la revictimización de las víctimas, la apropiación del sufrimiento y el dolor de otras personas, la banalización de la crueldad, por nombrar algunos. Ahmed escribe sobre la violencia en México con perspicacia y sobriedad, esquivando los indicadores habituales de la prosa periodística (las descripciones del proceso de investigación, las referencias a visitas al lugar). En cambio, mantiene con su material una distancia cautelosa, muchas veces estimulante, permitiendo que la historia se desarrolle a un ritmo trepidante, como si avanzara por sí misma, entrelazando lo contextual y lo íntimo en una serie de vívidas yuxtaposiciones.

El autor guarda su propio yo para el epílogo, cuando acompaña al hijo de Miriam en una visita al rancho donde asesinaron a Karen. Allí es testigo de un descubrimiento escalofriante, que solo servirá para perpetuar la violencia y la impunidad. Fear is Just a Word no nos deja olvidar que el compromiso, la valentía y la integridad de personas como Miriam Rodríguez constituyen nuestra esperanza para cerrar este ciclo. Pero, como Ahmed también sabe dolorosamente, esa esperanza depende de nuestra capacidad de organización, nuestro cuidado como comunidad y, en última instancia, nuestra terquedad.

Fuente: The New York Times

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